Roberto Bolaño, algo sobre los detectives salvajes….

«Ulises Lima vive en un cuarto de azotea de la calle Anáhuac, cerca de Insurgentes. El habitáculo es pequeño, tres metros de largo por dos y medio de ancho y los libros se acumulan por todas partes. Por la única ventana, diminuta como un ojo de buey, se ven las azoteas vecinas en donde, según dice Ulises Lima que dice Monsiváis, se celebran todavía sacrificios humanos. En el cuarto sólo hay un colchón en el suelo, que Lima enrolla por el día cuando recibe visitas y utiliza como sofá; también hay una mesa minúscula cuya superficie cubre del todo su máquina de escribir y única silla. Los visitantes, obviamente, deben sentarse en el colchón o en el suelo o permanecer de pie…»

Roberto Bolaño, Los Detectives Salvajes

Los más posteados del 2006

No es un ranking, ni un balance, ni nada parecido, es simplemente que se trata de los dos personajes que mayor atención tuvieron en este blog durante el año que pasó, a quienes les dedique directa o indirectamente más comentarios y obviamente mis dos escritores favoritos; Enrique Vila – Matas y Roberto Bolaño.

Asi que dejó un recuento de algunos de los post que les fueron dedicados:

Roberto Bolaño una entrevista en el programa Off the record

Esta entrevista la vi por primera vez hace ya más de un año y me la he vuelto a encontrar en diversas circunstancias, es bastante antigua, tiene una pésima imagen, incluso reduciendo el tamaño de la ventana, sin embargo, y obviando ese detalle, me parece la mejor entrevista que he visto de Roberto Bolaño, son 53 minutos sin pierde.

Lo importante, es que en esta entrevista, se hace un balance, un balance del periplo vital de Bolaño, de sus años en méxico, de su amistad con Mario Santiago, desliza algunos detalles sobre la construcción de los detectives salvajes, sobre el golpe de estado en chile, exhibe alguno de los detalles detrás de la cocina literaria que permitió el libro «llamadas telefónicas» y para quienes «Sensini» es el cuento más importante de ese libro, encontraran algunos datos sobre la figura de Antononio di Benedetto. Y claro Bolaño contará algo de sus años desesperados de detective salvaje espero que en realidad lo disfruten tanto como yo.

Aviso de servicio público para lectores devotos de Roberto bolaño

Ayer el comentario sobre el reciente libro de homenaje a Roberto bolaño escrito por Jorge Herralde en el que comenté la inclusión en dicho libro de una solicitud a la beca Guggenheim, motivó un comentarió de Oscar Pita – Grandi, quien nos cuenta que en su blog ha incluido el texto de la solicitud y la descripción de su proyecto, para quienes aún no hayan leido el libro, los invitó a darse una vuelta por Nuvolaglia, y darle una lectura (creo que obligada) a un texto que es ya parte de la literatura de américa.

Revisando: Para roberto Bolaño (Jorge Herralde)

«…un desesperado escribiendo para desesperados…»
Jorge Herralde, para roberto bolaño

¿Que podemos esperar de «Para roberto bolaño» (lo he leido en una muy correcta edición de editorial Estruendomudo, Lima, 2006) el libro homenaje escrito por quien fuera su editor Jorge Herralde, y que a través de su editorial Anagrama, dió un decisivo impulto a la carrera del extinto escritor chileno?

La verdad es que si esperan una historia articulada o una mirada detallada al backstage, pues no, no encontrarán eso aquí. Es un libro fragmentado, circular, reiterativo, es el intento de Herralde de decirnos cuanto apreciaba a Roberto y absolutamente más nada.

Es en realidad una recopilación de entrevistas y articulos sobre Bolaño que Herralde había producido en distintos momentos, por eso se encontrará muchas miradas duplicadas, muchas cosas que ya se dijeron y claro para una escueta edición de 90 páginas, eso puede resultar decepcionante.

Sin embargo el libro sirve para desmitificar un poco la figura de bolaño, para entender que era un ser humano como cualqiuera, y aunque esa no es la intención de Herralde, la mirada que nos da de la vida interior del escritor así nos lo termina presentando, como por ejemplo la historia de trastienda sobre la escritura de la monumental novela postuma 2666, en la que se nos revela la intención del escritor de publicarla como cinco novelas distintas o en cinco partes distintas, con el afan de diversificar ingresos en el futuro para su familia.

Me llamó la atención del libro algunos datos editoriales, de esos que deberían tener presente todos los escritores adolescentes, y es que la calidad del libro no siempre esta aparejado a las buenas críticas y menos aún a las ventas; en realidad no existe una formula exacta para el éxito literario y eso queda demostrado en el caso de Roberto y su busqueda incesante por el reconocimiento.

Recordemos que desde sus primeras novelas tuvo excelentes críticas y muy buenas reseñas en la prensa, Herralde sin embargo nos revela que nada de esa publicidad influyó en los lectores. Estrella distante, que es una magnifica novela, sólo vendió 951 ejemplares en todo el mundo en su primer año de edición, 816 ejemplares el segundo año y 818 el tercero. De igual manera confiesa que Llamadas telefónicas, el libro de cuentos de Bolaño por excelencia (les recomiendo Sensini de sobremanera) vendió 2651 ejemplares el primer año y 849 el segundo. Ya en esta parte me empecé a preguntar ¿somos tan poco lectores?

Herralde revela que Bolaño se convierte en el escritor que todos conocemos, a partir de la publicación de Los Detectives Salvajes que obtubiera el premio Herralde y el romulo Gallegos, y que lo posicionará como el escritor más importante de su generación.

El libro incluye además la petición de bolaño de la beca Guggenheim, es decir su curriculum y proyecto de trabajo. Era 1996, y el proyecto «los detectives salvajes»; sin embargo por falta de fondos, le comunicaron que no podían financiar su trabajo, y el tuvo que nuevamente enfrentar las penurias de las que llevaba años intentando escapar para escribir su obra, quizás eso sea lo mejor que pudo haberle pasado, escribió la novela fundamental de los noventa, y eso no hubiera sido posible sino hubiera tenido que escribir por su vida.

Post Data:
La primera novela que leí de Bolaño fue Amuleto, y desde entonces es uno de mis escritores favoritos, y por eso los post sobre su figura se han multiplicado, aquí dejó una lista de algunos de las cosas que he posteado:

  1. ROBERTO BOLAÑO: escribe sobre literatura y exilio
  2. Roberto Bolaño: seis videos una entrevista
  3. Roberto Bolaño escribe…
  4. ROBERTO BOLAÑO: poemas de un sobreviviente
  5. ROBERTO BOLAÑO: un modelo para armar
  6. ROBERTO BOLAÑO: EL MISTERIO DE LA PISTA DE HIELO
  7. Roberto Bolaño: discurso de aceptacion del premio Rómulo Gallegos

ROBERTO BOLAÑO: escribe sobre literatura y exilio

«Exiliarse no es desaparecer sino empequeñecerse, ir reduciéndose lentamente o de manera vertiginosa hasta alcanzar la altura verdadera, la altura real del ser…»

«Toda literatura lleva en sí el exilio, lo mismo da que el escritor haya tenido que largarse a los veinte años o que nunca se haya movido de su casa…»

«…los primeros exiliados de los que se tiene noticia fueron Adán y Eva…»

«…Bartebly, que prefiere no irse, es un exiliado absoluto, un extraterrestre en el planeta Tierra…»

«…En el peor de los casos exiliarse es mejor que necesitar exiliarse y no poder hacerlo…»

«…Nadie te obliga a escribir, El escrito entra voluntariamente en ese laberinto, por múltiples razones, claro está, porque no desea morirse, porque desea que lo quieran, etc…»

«…el exilio real es el valor real de cada escritor…»

«…En cualquier caso, lo cierto es que el escritor trabaja esté donde esté, incluso cuando duerme, algo que no ocurre con los otros oficios…»

«…Las putas, tal vez, sean las que más se acercan al oficio de la literatura…»

Roberto Bolaño, Entre paréntesis (Exilios)

Jorge Herralde escribe sobre ROBERTO BOLAÑO

«¿Cómo definir a Roberto Bolaño? Una empresa condenada al fracaso, claro está, como máximo hay que proceder por aproximaciones. Por ejemplo, su radicalidad estética, ética y política, tan insobornables, diría, como inevitables, desde aquel joven adolescente en México, con gestos dadaístas, bajo el signo de Rimbaud, un desesperado escribiendo para desesperados, pese a las advertencias del pragmatismo sentido común…»

Para roberto bolaño, Jorge Herralde



Roberto Bolaño: seis videos una entrevista

Casí por casualidad anoche encontré ésta entrevista a Roberto Bolaño, en la que el genial escritor Chileno hace un repaso a su literatura, y a gran parte de su desarrollo desde la época en que era un proto escritor, hasta el momento en que esta se realiza, cuando ya había escrito lo fundamental de su obra, y ya se le reconocía por tanto por su originalidad como por su audacia.

Recomiendo paciencia, banda ancha, y poner el audio al tope, la imagen no es perfecta lo sé, pero creo que se deja ver y disfrutar.

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ROBERTO BOLAÑO: poemas de un sobreviviente


Un puñado de poemas de un escritor que nunca abandonó la poesía, con ella a cuestas salió de Chile para vivir en el lado más oscuro de las calles del D.F.; sin poder evadirla, tuvo que llevarla consigo a europa; lo acompañaron en los veranos, en los que el sol era una promesa lejana, y el horizonte una fotografía de otro. Y aún después de todo lo sucedido, la poesía aún esta allí…

ICEBERG

I
Mi idea de la perdedora que la muchacha conozca a la muerte
pierna fuera de las sábanas como su Chile tocado por la luna

Camino astado de conocimiento la puerta se abre
y el tipo sonríe como imbécil su slip abultado por la luna

Como Dios conoce a los perdedores ella ha reconocido
la llegada de la muerte el momento Chile su instante de soledad

Su pelirroja su solidaridad un Chile debajo del toque lunar
un momento puro el encuentro de la desnudez y su soledad

Cuerpo tirado sobre las sábanas mi idea de la perdedora:
por entre las nalgas baja un hilillo de semen comoluz propia

Su pelirroja grita en tiempos verbales pasados y ella se viene
a través de la idea dedo que en el culo toca la estalactita

Poética por ascensión pelirroja por ascensión un delta visual que compone
su Chile erecto tocado por la luna que la sujeta

Mientras se viene grita se estremece idea fija otra vez indecible
como cuerpo ensartado que compone transpiración como velo

Las manos bajan el calzoncillo y aparece Chile su horror
su grito blanco como el calzoncillo tocado por la luna

Su ojo azul se voltea y ofrece la grupa un hilillo de semen
como luz alba enferma que cubre la raya rosada y el ojo marrón

Del culo el ojo oscuro cubierto de leche como alba su razón
tocada por la leche como cinta franja línea que aún grita

Sus propios tiempos verbales caóticos para componer la figura
De su pelirroja ensartada que se viene hasta la estalactita

II
Idea fija otra vez indecible el hilo espeso es una luz propia

Su Chile su arcoiris inmóvil como pulmón de tiempos verbales oscuros

Tocada por la luna su venida su sujección de un eje ondulante

El momento Chile el momento erecto de su pelirroja y de su soledad

Camino astado su idea acoge a la perdedora a través de un eje ondulante

Pelirroja por ascensión la espalda las caderas rasguñadas sujeta a soledad

Como una alambrada la idea horizontal ha permitido un eje ondulante

Tocada por la luna su momento Chile que la penetra como pulmón

Reconociendo la fuga la inmóvil que dice toca el cualquier lugar ensangrentado

Barcelona, 1981.

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UN PASEO POR LA LITERATURA

para Rodrigo Pinto y Andrés Neuman

1. Soñé que Georges Perec tenía tres años y visitaba mi casa. Lo abrazaba, lo besaba, le decía que era un niño precioso.

2. A medio hacer quedamos, padre, ni cocidos ni crudos, perdidos en la grandeza de este basural interminable,errando y equivocándonos, matando y pidiendo perdón, maniacos depresivos en tu sueño, padre, tu sueño que no tenía límites y que hemos desentrañado mil veces y luego mil veces más, como detectives latinoamericanos perdidos en un laberinto de cristal y barro, viajando bajo la lluvia, viendo películas donde aparecían viejos que gritaban ¡tornado! ¡tornado!, mirando las cosas por última vez, pero sin verlas, como espectros, como ranas en el fondo de un pozo, padre, perdidos en la miseria de tu sueño utópico, perdidos en la variedad de tus voces y de tus abismos, maniacos depresivos en la inabarcable sala del Infierno donde se cocina tu Humor.

3. A medio hacer, ni crudos ni cocidos, bipolares capaces de cabalgar el huracán.

4. En estas desolaciones, padre, donde de tu risa sólo quedaban restos arqueológicos.

5. Nosotros, los nec spes nec metus.

6. Y alguien dijo:

Hermana de nuestra memoria feroz,
sobre el valor es mejor no hablar.
Quien pudo vencer el miedo
se hizo valiente para siempre.
Bailemos, pues, mientras pasa la noche
como una gigantesca caja de zapatos
por encima del acantilado y la terraza,
en un pliegue de la realidad, de lo posible,
en donde la amabilidad no es una excepción.
Bailemos en el reflejo incierto
de los detectives latinoamericanos,
un charco de lluvia donde se reflejan nuestros rostros
cada diez años.

Después llegó el sueño.

7. Soñé entonces que visitaba la mansión de Alonso de Ercilla. Yo tenía sesenta años y estaba despedazado por la enfermedad (literalmente me caía a pedazos). Ercilla tenía unos noventa y agonizaba en una enorme cama con dosel. El viejo me miraba desdeñoso y después me pedía un vaso de aguardiente. Yo buscaba y rebuscaba el aguardiente pero sólo encontraba aperos de montar.

8. Soñé que iba caminando por el Paseo Marítimo de NuevaYork y veía a lo lejos la figura de Manuel Puig. Llevaba una camisa celeste y unos pantalones de lona ligera azul claro o azul oscuro, depende.

9. Soñé que Macedonio Fernández aparecía en el cielo de Nueva York en forma de nube: una nube sin nariz ni orejas, pero con ojos y boca.

10. Soñé que estaba en un camino de África que de pronto se transformaba en un camino de México. Sentado en un farellón, Efraín Huerta jugaba a los dados con los poetas mendicantes del DF.

11. Soñé que en un cementerio olvidado de África encontraba la tumba de un amigo cuyo rostro ya no podía recordar.

12. Soñé que una tarde golpeaban la puerta de mi casa. Estaba nevando. Yo no tenía estufa ni dinero. Creo que hasta la luz me iban a cortar. ¿Y quién estaba al otro lado de la puerta? Enrique Lihn con una botella de vino, un paquete de comida y un cheque de la Universidad Desconocida.

13. Soñé que leía a Stendhal en la Estación Nuclear de Civitavecchia: una sombra se deslizaba por la cerámica de los reactores. Es el fantasma de Stendhal decía un joven con botas y desnudo de cintura para arriba. ¿Y tú quién eres?, le pregunté. Soy el yonqui de la cerámica, el húsar de la cerámica y de la mierda, dijo.

14. Soñé que estaba soñando, habíamos perdido la revolución antes de hacerla y decidía volver a casa. Al intentar meterme en la cama encontraba a De Quincey durmiendo. Despierte, don Tomás, le decía, ya va a amanecer, tiene que irse. (Como si De Quincey fuera un vampiro.) Pero nadie me escuchaba y volvía a salir a las calles oscuras de México DF.

15. Soñé que veía nacer y morir a Aloysius Bertrand el mismo día, casi sin intervalo de tiempo, como si los dos viviéramos dentro de un calendario de piedra perdido en el espacio.

16. Soñé que era un detective viejo y enfermo. Tan enfermo que literalmente me caía a pedazos.Iba tras las huellas de Gui Rosey. Caminaba por los barrios de un puerto que podía ser Marsella o no. Un viejo chino afable me conducía finalmente a un sótano. Esto es lo que queda de Rosey, decía. Un pequeño montón de cenizas. Tal como está, podría ser Li Po, le contestaba.

17. Soñé que era un detective viejo y enfermo y que buscaba gente perdida hace tiempo. A veces me miraba casualmente en un espejo y reconocía a Roberto Bolaño.

18. Soñé que Archibald McLeish lloraba -apenas tres lágrimas- en la terraza de un restaurante de Cape Code. Era más de medianoche y pese a que yo no sabía cómo volver terminábamos bebiendo y brindando por el Indómito Nuevo Mundo.

19. Soñé con los Fiambres y las Playas Olvidadas.

20. Soñé que el cadáver volvía a la Tierra Prometida montado en una Legión de Toros Mecánicos.

21. Soñé que tenía catorce años y que era el último ser humano del Hemisferio Sur que leía a los hermanos Goncourt.

22. Soñé que encontraba a Gabriela Mistral en una aldea africana. Había adelgazado un poco y adquirido la costumbre de dormir sentada en el suelo con la cabeza sobre las rodillas. Hasta los mosquitos parecían conocerla.

23. Soñé que volvía de África en un autobús lleno de animales muertos. En una frontera cualquiera aparecía un veterinario sin rostro. Su cara era como un gas, pero yo sabía quién era.

24. Soñé que Philip K. Dick paseaba por la Estación Nuclear de Civitavecchia.

25. Soñé que Arquíloco atravesaba un desierto de huesos humanos. Se daba ánimos a sí mismo: «Vamos, Arquíloco, no desfallezcas, adelante, adelante.»

26. Soñé que tenía quince años y que iba a la casa de Nicanor Parra a despedirme. Lo encontraba de pie, apoyado en una pared negra. ¿Adónde vas, Bolaño?, decía. Lejos del Hemisferio Sur, le contestaba.

27. Soñé que tenía quince años y que, en efecto, me marchaba del Hemisferio Sur. Al meter en mi mochila el único libro que tenía (Trilce, de Vallejo), éste se quemaba. Eran las siete de la tarde y yo arrojaba mi mochila chamuscada por la ventana.

28. Soñé que tenía dieciseís y que Martín Adán me daba clases de piano. Los dedos del viejo, largos como los del Fantástico Hombre de Goma, se hundían en el suelo y tecleaban sobre una cadena de volcanes subterráneos.

29. Soñé que traducía a Virgilio con una piedra. Yo estaba desnudo sobre una gran losa de basalto y el sol, como decían los pilotos de caza, flotaba peligrosamente a las 5.

30. Soñé que estaba muriéndome en un patio africano y que un poeta llamado Paulin Joachim me hablaba en francés (sólo entendía fragmentos como «el consuelo», «el tiempo», «los años que vendrán») mientras un mono ahorcado se balanceaba de la rama de un árbol.

31. Soñé que la tierra se acababa. Y que el único ser humano que contemplaba el final era Franz Kafka. En el cielo los Titanes luchaban a muerte. Desde un asiento de hierro forjado del parque de Nueva York veía arder el mundo.

32. Soñé que estaba soñando y que volvía a mi casa demasiado tarde. En mi cama encontraba a Mario de Sá-Carneiro durmiendo con mi primer amor. Al destaparlos descubría que estaban muertos y mordiéndome los labios hasta hacerme sangre volvía a los caminos vecinales.

33. Soñé que Anacreonte construía su castillo en la cima de una colina pelada y luego lo destruía.

34. Soñé que era un detective latinoamericano muy viejo. Vivía en NuevaYork y Mark Twain me contrataba para salvarle la vida a alguien que no tenía rostro. Va a ser un caso condenadamente difícil, señor Twain, le decía.

35. Soñé que me enamoraba de Alice Sheldon. Ella no me quería. Así que intentaba hacerme matar en tres continentes. Pasaban los años. Por fin, cuando ya era muy viejo, ella aparecía por el otro extremo del Paseo Marítimo de Nueva York y mediante señas (como las que hacían en los portaaviones para que los pilotos aterrizaran) me decía que siempre me había querido.

36. Soñé que hacía un 69 con Anaïs Nin sobre una enorme losa de basalto.

37. Soñé que follaba con Carson McCullers en una habitación en penumbras en la primavera de 1981. Y los dos nos sentíamos irracionalmente felices.

38. Soñé que volvía a mi viejo Liceo y que Alphonse Daudet era mi profesor de francés. Algo imperceptible nos indicaba que estábamos soñando. Daudet miraba a cada rato por la ventana y fumaba la pipa de Tartarín.

39. Soñé que me quedaba dormido mientras mis compañeros de Liceo intentaban liberar a Robert Desnos del campo de concentración de Terezin. Cuando despertaba una voz me ordenaba que me pusiera en movimiento. Rápido, Bolaño, rápido, no hay tiempo que perder. Al llegar sólo encontraba a un vieoj detective escarbando en las ruinas humeantes del asalto.

40. Soñé que una tormenta de números fantasmales era lo único que quedaba de los seres humanos tres mil millones de años después de que la Tierra hubiera dejado de existir.

41. Soñé que estaba soñando y que en los túneles de los sueños encontraba el sueño de Roque Dalton: el sueño de los valientes que murieron por una quimera de mierda.

42. Soñé que tenía dieciocho años y que veía a mi mejor amigo de entonces, que también tenía dieciocho, haciendo el amor con Walt Whitman. Lo hacían en un sillón, contemplando el atardecer borrascoso de Civitavecchia.

43. Soñé que estaba preso y que Boecio era mi compañero de celda. Mira, Bolaño, decía extendiendo la mano y la pluma en la semioscuridad: ¡no tiemblan!, ¡no tiemblan! (Después de un rato, añadía con voz tranquila: pero tamblarán cuando reconozcan al cabrón de Teodorico.)

44. Soñé que traducía al Marqués de Sade a golpes de hacha. Me había vuelto loco y vivía en un bosque.

45. Soñé que Pascal hablaba del miedo con palabras cristalinas en una taberna de Civitavecchia: «Los milagros no sirven para convertir, sino para condenar», decía.

46. Soñé que era un viejo detective latinoamericano y que una Fundación misteriosa me encargaba encontrar las actas de defunción de los Sudacas Voladores. Viajaba por todo el mundo: hospitales, campos de batalla, pulquerías, escuelas abandonadas.

47. Soñé que Baudelaire hacía el amor con una sombra en una habitación donde se había cometido un crimen. Pero a Baudelaire no le importaba. Siempre es lo mismo, decía.

48. Soñé que una adolescente de dieciséis años entraba en el túnel de los sueños y nos despertaba con dos tipos de vara. La niña vivía en un manicomio y poco a poco se iba volviendo más loca.

49. Soñé que en las diligencias que entraban y salían de Civitavecchia veía el rostro de Marcel Schwob. La visión era fugaz. Un rostro casi translúcido, con los ojos cansados, apretado de felicidad y de dolor.

50. Soñé que después de la tormenta un escritor ruso y también sus amigos franceses optaban por la felicidad. Sin preguntar ni pedir nada. Como quien se derrumba sin sentido sobre su alfombra favorita.

51. Soñé que los soñadores habían ido a la guerra florida. Nadie había regresado. En los tablones de cuarteles olvidados en las montañas alcancé a leer algunos nombres. Desde un lugar remoto una voz transmitía una y otra vez las consignas por las que ellos se habían condenado.

52. Soñé que el viento movía el letrero gastado de una taberna. En el interior James Mathew Barrie jugaba a los dados con cinco caballeros amenazantes.

53. Soñé que volvía a los caminos, pero esta vez ya no tenía quince años sino más de cuarenta. Sólo poseía un libro, que llevaba en mi pequeña mochila. De pronto, mientras iba caminando, el libro comenzaba a arder. Amanecía y casi no pasaban coches. Mientras arrojaba la mochila chamuscada en una acequia sentí que la espalda me escocía como si tuviera alas.

54. Soñé que los caminos de África estaban llenos de gambusinos, bandeirantes, sumulistas.

55. Soñé que nadie muere la víspera.

56. Soñé que un hombre volvía la vista atrás, sobre el paisaje anamórfico de los sueños y que su mirada era dura como el acero pero igual se fragmentaba en múltiples miradas cada vez más inocentes, cada vez más desvalidas.

57. Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba desconsoladamente. Yo intentaba calmarlo. Lo tomaba en brazos, le compraba golosinas, libros para pintar. Luego nos íbamos al Paseo Marítimo de Nueva York y mientras él jugaba en el tobogán yo me decía a mí mismo: no sirvo para nada, pero serviré para cuidarte, nadie te hará daño, nadie intentará matarte. Después se ponía a llover y volvíamos tranquilamente a casa. ¿Pero dónde estaba nuestra casa?


BLANES, 1994…………………..

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UN RESPLANDOR EN LA MEJILLA

Y Utopía fue el veterinario,
el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles se fueron masacrando
uno tras otro, hasta dejar un stock de pesadillas vacía.
Y Utopía fue un reflejo opaco en el interior de un vegetal.
Vitrinas, maniquís desnudos, ebrios tirándoles besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas por donde vagaban
unos niños extraviados que tenían e corazón maravilloso
hasta la náusea.

¿De todo eso que vi realmente? ¿Con qué ojos tremendos
contemplé el olor puro de aquella muchacha sencillamente
parada en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras tú me mirabas desde
una ventana redonda, como de baño público, y
los adolescentes se reían como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.

Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis, un resplandor
inconcebible en la mejilla. Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos, ojos que se cierran
con la velocidad de la luz, y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.

Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Victor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis, animales gratis, deseos
de caminar sobre las manos, de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.

Blue-jeans rayoneados de ternura, escenas de teatro
en la orilla del mar prolongadas hasta el infinito, tres años
de asco y amor, tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos, pero
los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.

Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice que ya está igual de largo
que el suyo, y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro, esperando volver a sentir
en los párpados la tibia obsidiana de los sueños, cuando en
las mañanas nos abrazábamos sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas, mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio, y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.

La velocidad se detiene, mira hacia todas partes, enloquece
a las fechas. Un anarquistoide muerto bajo las ramas
plateadas de un sauce. Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña renacimientos atroces.

Y está bien, está bien, ya púdose prender la chimenea y cerrar
puertas y ventanas. Ningún brillo va reemplazar nada.
No habrán formas de arder que completen esta nube cargada de lluvia
No habrá viento contra este resplandor acuático. Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jaleo al subir las mil escaleras
del ojo abierto: automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin
contexto, una mano crispada fuera de la foto.

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Ahora paseas solitario por los muelles
de Barcelona
Fumas un cigarrillo negro y por
un momento crees que sería bueno
que lloviese
Dinero no te conceden los dioses
mas sí caprichos extraños
Mira hacia arriba:
está lloviendo

1983
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