Porque no editan más a Onetti??

Hace más de diez años Renzo (un amigo con el que compartía mi fascinación por la ficción) me prestó un ejemplar de la que en mi opinión debe ser la mejor novela de Onetti, «La vida Breve», asi que hace unos meses emprendí la busqueda de un ejemplar propio para su relectura, sin embargo no encontré ninguno en las diferentes librerias a las que acudí, me ofrecían junta cadaveres, Para cuando ya no importe, pero no el título que buscaba.

En Buenos Aires me pasó algo parecido variados titulos pero la vida Breve, alguien me comentó que la última edición había aparecido en 1999 y que luego nunca se había vuelto a reeditar. Acaso ya no tiene lectores Onetti? es un tema de política editorial o de los derechos sobre el libro? no lo sé, sólo que me gustaría tener una vez más el libro y disfrutar de su lectura, por lo pronto tendré que conformarme con «tiempo de abrazar» uno de sus primeros libros que conseguí en una antigua edición de Bruguera.

Juan Carlos Onetti y el infierno tan temido

La primera lìnea es ya un presagio, y lo maravilloso del cuento, es que Onetti, no necesita demasiado para generar una tensiòn que incomoda, que nos obliga a realizar preguntas, a intentar entender que esta pasando, pero luego el cuento nos revela la violencia de los gestos, la mecànica de la venganza, y como el amor, en ocasiones puede signifcar tan poco, o tantas otras cosas dificiles de entender…

«La primera carta, la primera fotografía, le llegó al diario entre la medianoche y el cierre. Estaba golpeando la máquina, un poco hambriento, un poco enfermo por el café y el tabaco, entregado con famlliar felicidad a la marcha de la frase y a la aparición dócil de las palabras. Estaba escribiendo “Cabe destacar que los señores comisarios nada vieron de sospechoso y ni siquiera de poco común en el triunfo consagratorio de Play Roy, que supo sacar partido de la cancha de invierno, dominar como saeta en la instancia decisiva”, cuando vio la mano roja y manchada de tinta de Partidarias entre su cara y la máquina, ofreciéndole el sobre.

—Ésta es para vos. Siempre entreveran la correspondencia. Ni una maldita citación de los clubs, después vienen a llorar, cuando se acercan las elecciones ningún espacio les parece bastante. Y ya es medianoche y decime con qué queres que llene la columna.

El sobre decía su nombre, Sección Carreras. El Liberal. Lo único extraño era el par de estampillas verdes y el sello de Bahía. Terminó el artículo cuando subían del taller para reclamárselo. Estaba débil y contento, casi solo en el excesivo espacio de la redacción, pensando en la última frase: “Volvemos a afirmarlo, con la objetividad que desde hace años ponemos en todas nuestras aseveraciones. Nos debemos al público aficionado”. El negro, en el fondo, revolvía sobres del archivo y la madura mujer de Sociales se quitaba lentaménte los guantes en su cabina de vidrio, cuando Risso abrió descuidado el sobre.

Traía una foto, tamaño postal; era una foto parda, escasa de luz, en la que el odio y la sordidez se acrecentaban en los márgenes sombríos, formando gruesas franjas indecisas, como en relieve, como gotas de sudor rodeando una cara angustiada. Vio por sorpresa, no terminó de comprender, supo que iba a ofrecer cualquier cosa por olvidar lo que había visto(…)

JUAN CARLOS ONETTI, El infierno tan temido

Juan Carlos Onetti dice…

«…Mirá , se trata de esto: si me costara escribir, dejaría de escribir en el acto. Y corregir me cuesta trabajo. Cuando corrijo es sólo para borrar repiticiones de palabras, para evitar la rima. Cortazar escribe así creo..»

«…Escribo cuando la furia me llega, y dejo de hacerlo cuando ésta me abandona (…) El me dijo que escribía de tal hora a tal hora, y ese tipo de cosas. Yo le pregunté: y vos ¿para que tenés hijos? al final yo le dije: mirá, lo que pasa es que vos tenés con la literatura relaciones conyugales. Para mí es una puta. Si viene, viene…»


«….soy un lector de novelas policiales (…) Dashiell Hammet o Raymond Chandler…»

Juan Carlos Onetti, entrevista con Alfredo Barnechea (Peregrinos de la lengua)

Juan Carlos Onetti escribe,

Del ciclo de Santa María, en que esta anclado gran parte del proyecto narrativo de Juan Carlos Onetti, hoy he estado releyendo JuntaCadáveres, quizás uno se sus más significativos universos de ficción, en el que se destaca la naturaleza sombría y seca del narrador que va diseccionando a través de una actividad en particular, el grado de decadencia y perversidad de todo un pueblo, en el que espíritus como los de Larsen, son capaces de desafiarlo todo en nombre de la total ausencia de esperanzas, de un caracter forjado por las derrotas, y por el extraño designió de comandar una aventura que a sabiendas de estar condenada es emprendida con estoicismo.

Algunas citas que me gustaría compartir:

«…se me ocurre con desconsuelo que la adolescencia no es una etapa de la vida sino una enfermedad…un vicio de conformación, una lacra incurable…»

«…todas las parejas humanas, todas las amistades están motivadas por el miedo…»

«…la poesía esta hecha, dígamos así, con lo nos falta, con lo que no tenemos…»

«…después de todo, las mujeres son la misma cosa, cualquier mujer…»

BORGES y ONETTI : los discursos, los premios


las reacciones ante los premios son siempre de las más variadas, en especial en la literatura, los agradecimientos que se ofrecen son de los más diversos, la confección de sus discursos son por lo general una demostración pública de sus calidades y de su talentos, un resumen de lo que el escritor es, de lo que el escritor piensa, y en el especial caso de Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti, sus discursos, son simplemente dos bellas piezas literarias, una muestra de como las fronteras de la ficción, en ocasiones atrapan al autor personaje, produciendo no la expresión del simple escritor, del ser humano de carne y hueso, sino de una proyección de estos, en muchas ocasiones mucho más encantadora, menos falible; como fuere, encontré hace unos días una recopilación de los discursos de El premio cervantes , en el encontré la rara situación de un premio ganado por dos de los más grandes escritores en nuestra lengua, y quizás dos de los menos reconocidos a nivel de distinciones de ésta naturaleza; ambos son expresiones distintas de la forma de entender la literatura, pero a su vez los une la misma pasión por ella, en sus discursos encontremos como su voz ficcional termina confundiendose con su voz real, y como el discurso termina siendo un nuevo ejercicio literario.


Discurso de JUAN CARLOS ONETTI



Majestades, excelentísimos señores académicos, dignísimas autoridades, señoras y señores:

Yo nunca he sabido hablar ni bien ni regular. La elocuencia, atributo muy hispánico, me ha sido vedada. Hablo mal en privado, por eso hablo poco en las pequeñas reuniones de amigos, y hablo peor en público, por lo cual sería mejor para ustedes que no les dijera nada. Me resistí siempre a ofrecimientos, insistencias e incredulidades, sin saber que una fatalidad inexorable me obligaría a hablar públicamente, por primera vez, en España.Para desilusión de mis oyentes, muchos de ellos magistrales conversadores, mi torpeza oratoria se vio penosamente confirmada. Hoy, sin embargo, me presento ante ustedes con temerosa alegría porque, por una única vez, estoy dispuesto a hablar, no sólo porque debo, sino porque quiero hacerlo. Porque quiero manifestar de viva voz -o con una voz más o menos viva- la profundidad de mi gratitud a España. El viejo Heráclito el Oscuro dejó escritas estas sibilinas palabras: «Si no esperas, no te sobrevendrá lo inesperado». He descubierto que, sin darme cuenta, hubo algo que esperé a lo largo de mi vida, y que, inesperadamente, me ha sobrevenido en España. No me refiero al Premio Cervantes en sí, ni a eso que llaman fama o gloria, sino a una forma de humanidad, de amistad, de cordialidad, de entendimiento que he encontrado aquí, y que dudo se prodigue en otra región de la tierra con tanta generosidad como en ésta. Digo estas palabras no sólo pensando en mí, sino en miles de hijos de América que han hallado su nueva patria en la patria de Cervantes. Que un hombre, a mi edad, se vea rodeado de pronto, sin merecerlas, por tantas formas de amor y de la comprensión, ya es, en sí mismo, uno de los mejores dones que el destino puede depararle, un regalo de los dioses, algo que, por desgracia, sucede muy pocas veces. En mi caso particular tengo más motivos que la mayoría por estar agradecido: llegué a España con la convicción de que lo había perdido todo, de que sólo había cosas que dejaba atrás y nada que me pudiera aguardar en el futuro. De hecho, ya no me interesaba mi vida como escritor. Sin embargo, aquí estoy, unos cuantos años después, sobrevivido. Esta sobrevida es lo primero que debo a los españoles. Estos años de regalo, en los cuales he vuelto a escribir con ganas, después de mucho tiempo de no hacerlo. He creído, gracias a esta tierra generosa, que todavía tenía algo que decir, un penúltimo grano de arena. Ya que hablamos de primicias españolas, con relación siempre a mi persona, es conveniente que se sepa que el jurado del Premio Cervantes ha tenido en esta ocasión la quijotesca ocurrencia de otorgar esa gran distinción a alguien que desde su juventud estaba acostumbrado a ser un perdedor sistemático, a un permanente segundón que hasta entonces sólo había pagado a «placé» -o a colocado, como se dice en España- y que no tenía ninguna victoria en su palmarés. No dejo de pensar, a veces, en la irónica y compasiva justicia -o injusticia- de este, para mí, sorprendente fallo con que me han beneficiado. Cervantinos siempre, quijotescos, los miembros del jurado transformaron el pasado molino de viento de mis novelas en un soberbio gigante Briareo de cien brazos. He leído a Cervantes, y en particular al Quijote, incontables veces. Era un niño cuando lo descubrí, y espero volver a leerlo una vez más, por lo menos, antes de morirme. Lo que nunca pude imaginar, ni siquiera en los momentos más delirantes de mi existencia, es que mi nombre llegara a estar unido al suyo. Hoy, por méritos que otros me han exagerado, lo está. Les agradezco su delirio, superior al mío. Para mí, de todos modos, no puede haber mayor motivo de emoción y de orgullo. Para mí y para todo novelista auténtico. He dicho que soy desde la infancia un inveterado y ferviente lector de Cervantes. Todos los novelistas, sea cual sea el idioma en que escribamos, somos deudores de aquel hombre desdichado y de su mejor novela, que es la primera y también la mejor novela que se ha escrito. Una novela en la que todos hemos entrado a saco, durante siglos, y que, a pesar de nosotros y de tan repetida depredación, se mantiene, como el primer día, intocada, misteriosa, transparente y pura. A pesar de que hay en este recinto muchas personas más cultas y talentosas que yo, y a pesar de provenir, como provengo, de un lejano suburbio de la lengua española, me atreveré a dar una tímida opinión personal sobre uno de los incontables valores de la obra de Cervantes y, en especial, del Quijote. El planteamiento del libro, su esencial libertad creativa e imaginativa marcan la pauta, conquistan el terreno sin límites en el que germinará y se desarrollará toda la novelística posterior. El maravilloso entramado de la más cruda realidad y la fantasía más exaltada, la magia prodigiosa de dar vida permanente a todo lo que su mano, como al descuido, va tocando, son virtudes que ya han sido, y siempre serán, alabadas, aplaudidas y comentadas. Yo no voy a referirme en este caso a la estética, a la técnica narrativa ni a la creación novelística de Cervantes, sino a otro sustantivo, tan inmediato siempre a la verdadera poesía y que yo he mencionado al pasar: la libertad. Porque el Quijote es, entre otras cosas, un ejemplo supremo de libertad y de ansia de libertad. Mi entrañable amigo, el gran poeta Luis Rosales, tuvo el acierto de titular a uno de sus libros exactamente así: Cervantes y la libertad. Un enorme acierto, una enorme verdad.Porque la libertad ha sido siempre una principal preocupación, y también una causa principal, para todos los hombres sensibles e inteligentes. Esta libertad que hoy respiramos, sencillamente, sin esfuerzo, como sin darnos cuenta.Esta libertad que a muchos parece trivial, aburrida, insignificante. Yo, que he conocido la libertad, y también su escasez y su ausencia, puedo pedir que siga siendo siempre así. Un aire habitual, sin perfumes exóticos, que se respira junto con el oxigeno, sin pensarlo, pero conscientes de que existe. Amparándome en esta comprensión, en este sentido del humor (que no es un invento exclusivamente británico, sino también y principalmente español), protegido de esta forma, me permito declarar que yo, si tuviera el poder suficiente, que nunca tendré, hacia un solo cercenamiento a la libertad individual: decretaría, universalmente, la lectura obligatoria del Quijote. Dijo Flaubert, quizá con excesiva ingenuidad, que si los gobernantes de su tiempo hubieran leído La educación sentimental, la guerra franco-prusiana jamás se habría producido. Por mi parte les pediría que leyeran a Cervantes, al Quijote. Confío en que si lo hicieran, nuestro mundo sería un poco mejor, menos ciego y menos egoísta. Esta Libertad que yo le debo a España se la debo también, como todos los españoles y no españoles que vivimos sobre este suelo, principalmente a su Rey. Yo, que sufrí amargamente años atrás la derrota de un gobierno legítimo español, y que he sido toda la vida un demócrata convencido, nunca imaginé que me llegaría el día de hacer un elogio público y sincero a un Rey, a un monarca en cuanto tal, es decir: por el hecho mismo de ejercer la jefatura del Estado. Hoy lo hago fervorosamente, y querría que todas las repúblicas de América se enteraran de ello. El fantasma de aquel manco desvalido, preso por deudas, vigila y sabe que no miento, que he dicho la verdad, honestamente. Pido permiso a los señores académicos para citar una vieja frase latina: «Ubi Libertas lbi Patri». Gracias, Majestad; gracias, España.

Discurso de JORGE LUIS BORGES

Majestades, señoras y señores: El destino del escritor es extraño, salvo que todos los destinos lo son; el destino del escritor es cursar el común de las virtudes humanas, las agonías, las luces; sentir intensamente cada instante de su vida y, como quería Wolser, ser no sólo actor, sino espectador de su vida, también tiene que recordar el pasado, tiene que leer a los clásicos, ya que lo que un hombre puede hacer no es nada, podemos simplemente modificar muy levemente la tradición; el lenguaje es nuestra tradición. El escritor tiene una desventaja: el hecho de tener que operar con palabras, y las palabras, según se sabe, son una materia deleznable. Las palabras, como Horacio no ignoraba, cambian de connotación emocional, de sentido; pero el escritor tiene que resignarse a este manejo, el escritor tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las fábulas; conviene que el escritor no intervenga demasiado en su obra, debe ser pasivo, debe ser hospitalario con lo que le llega y debe trabajar esa materia de los sueños, debe escribir y publicar, como decía Alfonso Reyes, para no pasarse la vida corrigiendo los borradores, y así trabaja durante años y se siente solo, vivo en una suerte de sueñosismo; pero si los astros son favorables, uso deliberadamente las metáforas astrológicas, aunque detesto la astrología, llega un momento en el cual descubre que no está solo. En ese momento que le ha llegado, que le llega ahora, descubre que está en el centro de un vasto círculo de amigos, conocidos y desconocidos, de gente que ha leído su obra y que la ha enriquecido, y en ese momento él siente que su vida ha sido justificada. Yo ahora me siento más que justificado, me llega este premio, que lleva el nombre, el máximo nombre de Miguel de Cervantes, y recuerdo la primera vez que leí el Quijote, allá por los años 1908 ó 1907, y creo que sentí, aún entonces, el hecho de que, a pesar del titulo engañoso, el héroe no es don Quijote, el héroe es aquel hidalgo manchego, o señor provinciano que diríamos ahora, que a fuerza de leer la materia de Bretaña, la materia de Francia, la materia de Roma la Grande, quiere ser un paladín, quiere ser un Amadís de Gaula, por ejemplo, o Palmerín o quien fuera, ese hidalgo que se impone esa tarea que algunas veces consigue: ser don Quijote, y que al final comprueba que no lo es; al final vuelve a ser Alonso Quijano, es decir, que hay realmente ese protagonista que suele olvidarse, este Alonso Quijano. Quiero decir también que me siento muy conmovido, tenía preparadas muchas frases que no puedo recordar ahora, pero hay algo que no quiero olvidar, y es esto: me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un Rey, ya que un Rey, como un Poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal, no sé cómo decir mi gratitud, solamente puedo decir mi innumerable agradecimiento a todos ustedes …

Muchas gracias.

Algunas de estas y algunas otras primeras líneas de novelas escritas en español


«Yo vi hombres y mujeres vistiendo ropas e ideas vacías
Y la tristeza visitándolos en los manicomios»
Enrique Verastegui, Salmo

Hay quienes dicen poder medir el desarrollo de las novelas en la primera línea, rastrear a través de unas cuantas palabras, de las primeras palabras: el tono, la armonía, la velocidad.


Hay quienes simplemente necesitan, desde la primera línea un aliciente para seguir leyendo, para encontrar las preguntas que lo hagan preso de las respuestas.

Hoy son 16, y seguro dirán que pudieron ser menos, que pudieron ser otras, pero en este caso son novelas que leí por más de una razón, y que por muchas más no he podido olvidar; no diría que son los mejores inicios, pero sí que son los que más llamaron mi atención como lector.

Alguno se preguntará donde están los del boom? No están. No porque no los haya disfrutado, sino que hacer una selección de sus novelas ameritaría un post distinto al que pensé cuando estuve revolviendo libros en mi biblioteca, así que preferí estos, para compartirlos, para no olvidarlos, para seguir leyéndolos.


Lo vi por primera vez en la calle Bucareli, en México, es decir en la adolescencia, en la zona borrosa y vacilante que pertenecía a los poetas de hierro, una noche cargada de niebla que obligaba a los coches a circular con lentitud y que disponía a los andantes a comentar, con regocijada extrañeza, el fenómeno brumoso, tan inusual en aquellas noches mexicanas, al menos hasta donde recuerdo.
Roberto bolaño, La Pista de hielo


Aquel pedazo de azotea era el más puerco de todo el edificio.
Pedro Juan Gutierrez, El Rey de la Habana

Caminan lentamente sobre un lecho de confeti y serpentinas, una noche estrellada de septiembre, a lo largo de la desierta calle adornada con un techo de guirnaldas, papeles de colores y farolillos rotos: última noche de Fiesta Mayor (el confeti del adiós, el vals de las velas) en un barrio popular y suburbano, las cuatro de la madrugada, todo ha terminado.
Juan Marsé, últimas tardes con teresa

No sé si contaros mis sueños.
Javier Marías, el hombre sentimental

En todo momento supe que lo que hacía era horroroso, pero lo hice.
Mempo Giardinelli, El décimo infierno

Los llaman los mellizos porque son inseparables.
Ricardo Piglia, Plata Quemada

RESOPLANDO y lustroso, perniabierto sobre los saltos del vagón en el ramal de Enduro, Junta caminó por el pasillo para agregarse al grupo de tres mujeres, algunos kilómetros antes de que el tren llegara a Santa María.
Juan Carlos Onetti, Juntacadáveres


Yo pensaba morirme en el invierno de 1987.
Reinaldo Arenas, Antes que anochezca

ESTA CLARO: SOY UN EXTRA en mi propia vida.

Alberto Fuguet, Por Favor, Rebobinar

Nunca tuve suerte con las mujeres, soporto con resignación una penosa joroba, todos mis familiares más cercanos han muerto, soy un pobre solitario que trabaja en una oficina pavorosa.
Enrique Vila – Matas, Bartebly y Compañía

El punto cruz hecho con hilo marrón sobre tela de lino color crudo, por eso te quedó tan lindo el mantel.
Manuel Puig, La traición de Rita Hayworth

SI SE VUELVEN ahora, recatadas la vuelta y la mirada, la verán esperar sentada, una calma o la sombra de una calma atravesándola.
Luis Rafael Sánchez, La guaracha del macho camacho

Habían pasado casi dos años desde la última vez que vi a Santiago Biralbo, pero cuando volví a encontrarme con él, a medianoche, en la barra del Metropolitano, hubo en nuestro mutuo saludo la misma falta de énfasis que si hubiéramos estado bebiendo juntos la noche anterior, no en Madrid, sino en San Sebastián, en el bar de floro Bloom, donde el había estado tocando durante una larga temporada.
Antonio Muñoz Molina, El invierno en Lisboa

UNA VEZ MÁS, el general Juan Perón soñó que caminaba hasta la entrada del Polo sur y que una jauría de mujeres no lo dejaba pasar.
Tomás Eloy Martínez, La novela de Perón

Nunca pude entender la mímica.
César Aira, La Serpiente

Conducía un camión lleno de dinamita por la Plaza Roja cuando se dio cuenta de que ya no había nada que hacer allí.
Ray loriga, Héroes

Y PODRIA LLAMARSE AMOR…


«…las mujeres cuando hablan, nunca quieren decir nada,…hablan por hablar…»
William Faulkner, Luz de agosto

«…las mujeres son como las moscas: se posan en azucar o en mierda..»

Truman Capote, Música para Camaleones

«…y sus muslos olían como una pradera de anfetaminas…»
Enrique Verástegui, Monte de goce

«…toda dependencia causa ansiedad, porque uno vive a través de otro y tiene miedo de perderlo…»
Anais Nin, Diario IV

«…los matrimonios, los ligues de una noche, le habían convencido de que el acto sexual no valía lo que la mujer exigía a cambio…»

Charles Bukowski, La Máquina de follar

«…el alcohol es como el amor…el primer beso es magia; el segundo, intimidad; el tercero, rutina. Después de esto lo que hacemos es devestir a la muchacha…»

Raymond chandler, EL largo adios

«… el erotismo es como en el baile siempre hay uno que lleva a otro…»

Milan Kundera, La inmortalidad

«…si te separas de tu amante, te arriesgas ¡ay¡ a ser engañando dos o tres veces al día…»

Stendhal, Rojo y Negro

«…si se enamora de veras, no deje adivinar sus sentimientos, ocúltelos como un tesoro, porque, de verdugo, se convertirá usted e víctima, no lo dude…»

Honore de Balzac, Papa Goriot

«…la amistad empezaba sobre las bases más seguros, las de las diferencias y los disconformismos…»

Julio Cortazar, Los Premios

«…el amor, como la sifilis, también conduce a la locura y a la muerte…»

Guillermo Cabrera Infante, La Habana para un Infante difunto

«…todas las parejas humanas, todas las amistades están motivadas por el miedo...»

Juan Carlos Onetti, Junta Cadáveres

«…la soledad en pareja es un infierno consentido…»

Michel Houellebecq, La posibilidad de una isla

«…entrar a la vida por el camino de la vagina es entrar por un camino tan bueno como cualquier otro. Si uno entra en ella bastante profundamente y permanece allí el tiempo necesario, encontrará lo que busca. Pero uno ha de entrar con alma y corazón…dejando afuera sus bártulos…»
Henry Miller, El mundo del sexo