El poema y la película



Creo que a muchos les sucedió que la película la Sociedad de los Poetas Muertos, les (nos) hizo descubrir la poesía de Whitman; aunque para algunos quedara como una tarea pendiente, una mera curiosidad, y quizás más de uno con el paso del tiempo haya olvidado por completo el asunto; sin embargo este es uno de esos pocos films en donde se da sobre la literatura, una versión sobre su ejercicio libre, sobrenaturaleza irrepetiblemente humana, estrictamente sentimental,y sin embargo también plantea cuantas cosas podemos descubrir sobre la vida en un verso o en una historia, cuantas cosas sobre nosotros mismos yes quizás eso lo que hace a este film de Peter Weir algo tan especial.

Piénsenlo un momento la película data del 89 y es uno de esos ejercicios que marcan generaciones, pensemos que aparece un Robin Willians en estado de gracias un Ethan Hawke jovencísimo, y para los memoriosos: Robert Sean Leonard, el mismo que funge de escudero del protagonista en laserie House MD que tanto éxito cosecha por estos días.

¡Oh Capitán, mi capitán!

de Walt Whitman

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro espantoso viaje ha terminado,

la nave ha salvado todos los escollos,

hemos ganado el premio que anhelábamos,

el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado,

mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.

Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!

¡oh rojas gotas que caen,

allí donde mi capitán yace, frío y muerto!

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas,

levántate, por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín,

para ti ramilletes y guirnaldas con cintas,

para ti multitudes en las playas,

por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:

¡Ven, capitán! ¡Querido padre!

¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!

Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,

derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven,

mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,

la nave, sana y salva, ha anclado, su viaje ha concluido,

de vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.

¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad campanas!

Mas yo, con tristes pasos,

recorro el puente donde mi capitán yace,

frío y muerto.