El testigo Villoro

A UN IMPOSIBLE

Me arrancaré, mujer, el imposible
amor de melancólica plegaria,
y aunque se quede el alma solitaria
huirá la fe de mi pasión risible.
Iré muy lejos de tu vista grata
y morirás sin mi cariño tierno,
como en las noches del helado invierno
se extingue la llorosa serenata.
Entonces, al caer desfallecido
con el fardo de todos mis pesares,
guardaré los marchitos azahares
entre los pliegues del nupcial vestido.


Ramón López Velarde

Escribir sobre lo que casi todos conocen o han escuchado, sobre lo que el inconciente colectivo reconoce como suyo, sobre lo que resulta tan contemporáneo que no es siquiera necesario el ejercicio de la memoria, es no sólo un riesgo, es una de esas aventuras que más o menos terminan con los resultados de embestir molinos de viento. Generalmente se prefiere escapar hacia lo que no se conoce, a los buenos recuerdos generados por el olvido, a lo que no incomoda; pero a toda esa seguridad renuncia el novelista, cuando emprende la crónica de lo actual, la mirada a un presente en el que todo transcurre mientras pretendemos mirar otra parte.

Juan Villoro no sólo obtuvo un premio (El herralde de novela) sino que demostró que era posible escribir una novela que fuere capaz de darle una mirada a la historia última de una sociedad tan difícil de desentrañar como la mexicana, por sus pliegues y laberintos, por sus guerras no declaradas y la presencia de una modernidad que no ha logrado poner vallas de colores que oculten el pasado reciente.

Los personajes de Villoro no sólo andan desmitificando aquí y allá el afán de redención de quienes descubren que su vida no fue la que se anunciaba, que su familia y su historia tiene más secretos de los previstos, que todo parece contaminado aquí y allá con lo oculto, lo ilegal, lo inexplicable, en realidad no se trata de un Testigo en el sentido de la narración, la mirada de Julio Valdivieso permite descubrir los secretos del narrador quien intenta explicar el efecto de la distancia en un profesor que vuelve a México a reencontrarse con sus amigos, su vida suspendida en el tiempo, la violenta historia que ha cercado a sus antepasados, y una serie de amores desgarrados que justifican, alimentan y explican la trama de la novela.

Se agradece además que Villoro nos reencuentre con la poesía de Ramón Lopez Velarde para mucho de los lectores no Mexicanos una lectura necesaria que además se convierte en uno de los motivos de la novela, la poesía y la vida entrelazadas, intentando que una explique a otra.

Quizás el gran acierto de Villoro a pesar de la complejidad de la novela y su fuerte carga simbólica es no renunciar a intentar contar la historia de la manera más simple posible, sin renunciar a una prosa intensa, contagiada a ratos de la poesía que la circunda, pero siempre ajustada a su objetivo, hacer de los lectores, también testigos, aunque en nuestro caso incluso un poco cómplices.