Sólo un asesinato: un Thompson ineludible

Hay escritores que sólo tienen una forma de decir las cosas, las dicen de la forma más simple y directa posible, las dicen desde la primera persona, desde el testimonio directo de sus personajes, desvelando sus miedos y titubeos, regocijándose en sus miserias, mostrando allí donde otras apenas se atreverían a una edulcolorada descripción, ese es el tipo de escritor que Jim Thompson es.

Ya me simpatizaba cuando me cruce el mito aquel de que es posible escribir una novela en dos semanas: solo basta con veinte horas de trabajo y abundante alcohol para atizar la imaginación. Me simpatiza más ahora luego de terminar de leer, Sólo un asesinato, en una cuidada reedición que es una ironía, y una injusticia, el tipo se murió convencido de su genio pero rodeado de la miseria que genera el ser un incomprendido.

La novela está inspirada en los años 40, pero como pasa con los relatos de los maestros la gran novela negra, eso es lo que menos se nota, no hay decorados ni ambientación, lo que nos da Thompson es acción pura desde la primera línea.



Asistimos al afiebrado relato de Joe Wilmot, un buscavidas que a base de astucia y pocos remilgos termina convertido en un empresario cinematográfico, en un equilibrio entre una vida aburrida y sedentaria, y el ejercicio de su ingenio brutal para liar a los demás. Una cosa lleva a la otra, y Wilmot no tiene mejor idea para resolver sus problemas (que aquí no les contaremos cual para que no nos culpen de revelarles lo que sucede en una novela que aún no hayan leído) mediante un fraude de seguros.

El mecanismo para aprueba de cualquier ejercicio lógico, sólo necesita un asesinato, a partir de ese punto, el narrador no se guarda ninguna de sus dudas, asistimos al espectáculo de su caída, sin sospechar en el giro final, como una mente criminal tan aguzada puede dejar escapar algunos detalles, como las inconsistencias pue derrumbar cualquier estructura.

Thompson es un indispensable, no hay nada más que decir.